El pan más malo que he comido en mi vida

Pan de molde. En el envase se lee: Enriched White Round Top Bread. Amazon Fresh.
Por motivos un poco rándom, escribo esto desde un lugar muy cercano a Silicon Valley. Estar aquí es como viajar al futuro en plan realista: no hay monopatines voladores, sino pequeñas experiencias tecnológicas desagradables. Recibes intentos de phishing que una IA personaliza respecto a tus circunstancias, pruebas un pan de molde marca Amazon con un sabor asquerosamente artificial, esperas en una parada de autobús mientras ves pasar waymos —el taxi sin conductor de Google— y llegas a contar 37 vacíos antes de que aparezca un roñoso autobús lento y caro… y gana las elecciones un señor ególatra, demente y fascista al que las élites empresariales han dejado pasar porque les viene bien para lo suyo.

Supe que Trump iba a ganar las elecciones este verano, cuando vi que Silicon Valley se ponía de su parte con cuantiosas donaciones. Todos los focos apuntaban a Elon Musk, que además de bocachancla es exhibicionista, y en menor medida a cómo Mark Zuckerberg gestionaba su crisis de los 40 empezando a vestirse como un bro y declarando que se arrepentía de haber pedido perdón (por cositas como, no olvidemos, colaborar con el genocidio rohinyá en Birmania o la manipulación de elecciones en Reino Unido y EE UU). Algo más determinante que ha hecho Zuck este verano ha sido cerrar CrowdTangle, una herramienta con la que investigadores independientes podían mapear los mensajes que circulan por Instagram y Facebook. Había sido útil para detectar manipulaciones orquestadas y discursos de odio. No venía bien para esta época.

No sé si entre el aluvión de noticias de la campaña se escuchó mucho que Jeff Bezos (Amazon) prohibió al Washington Post, del que es propietario, apoyar a Kamala Harris. O que JD Vance comenzó su carrera enredando con capital de riesgo junto a Peter Thiel (PayPal, Palantir y más tecnomierdas), quien ha financiado su ascenso político desde 2021. O que en X no solo Elon Musk celebró el resultado, sino que se unieron a las felicitaciones rápidamente Zuckerberg, Bezos, Pichai (Google), Altman (OpenAI), Cook (Apple), Nadella (Microsoft)… en fin, que en el valle hay mucha gente que se ha currado esta victoria y ahora está contentísima, a la espera de que sus grandes donaciones al partido republicano les den retornos.

El panorama es muy prometedor (para ellos). En su primera legislatura, Trump les bajó los impuestos del 35% al 21% y ahora pretende dejarlos en el 15%. Ya ha anunciado que sus ansias proteccionistas, con aranceles y todo lo que se le ocurra para proteger el mercado nacional, serán más duras para China. Se acabó pisarles los talones a las big tech patrias.

El día siguiente a las elecciones, Bitcoin alcanzó el mayor valor de su historia. Cero sorpresa: Trump ya dijo que dará carta blanca al mercado de las criptomonedas, para que jueguen a su dinero de monopoly y sus estafas piramidales sin que ninguna agencia gubernamental les moleste. De hecho, va a echar al actual presidente de la Comisión de Bolsa y Valores por tener demasiadas investigaciones abiertas sobre criptobros. Y, de paso, también a Lina Khan, la presidenta de la Comisión Federal de Comercio que estaba intentando hacer algo contra los monopolios de Amazon y Meta. Hay otra investigación pendiente a Apple dentro del Departamento de Justicia que supongo que tampoco tiene mucho futuro.

Paradójicamente, para la multinacional china ByteDance también hay buenas noticias: la administración Biden le iba a obligar a vender la parte americana de TikTok a una empresa estadounidense en enero, pero ahora Trump quiere dejarles tal y como están. Curiosamente, la campaña de Trump recibió una donación de 46 millones de dólares de un inversor de TikTok.

Hablando de compensaciones directas por los servicios electorales prestados, está por ver si colocan a Elon Musk como presidente de una «oficina gubernamental de eficiencia», como dijo Trump en campaña, o se queda solo de bufón mafioso de la corte… pero se confirma que los 44.000 millones que gastó para comprar Twitter y ponerlo al servicio de la causa republicana merecían la pena.

Lo evidentemente pagado que está todo en la política de EE UU es sonrojante. En este artículo del New York Times hay más datos; si no puedes evitar el paywall, este de Verdict también es buen resumen.

Una historia demasiado grande para ignorarla


Ayer terminé de leer Palo Alto. A History of California, Capitalism and The World, del ensayista marxista Malcolm Harris. Es ante todo un libro de terror. No lo recomiendo, no por el miedo sino porque son más de 700 páginas y tienes que tener un interés casi enfermizo para tragarte tal cantidad de datos y nombres propios (yo he tardado ocho meses en acabarlo). No es ningún spoiler si te digo la conclusión final: Palo Alto, el corazón de Silicon Valley, no es un sitio del que pueda salir nada bueno y debería destruirse.

Solo leyendo sobre Leland Stanford, que fundó Palo Alto en 1894 cuando creó la universidad a la que puso su nombre, ya se ve venir. El señor Stanford venía de haber sido gobernador de California en los años en los que se masacró a la población indígena de todo el estado y tenía la misión declarada de acabar con la migración asiática (mientras importaba mano de obra barata indocumentada desde China para su empresa de ferrocarriles). Su impronta marcó escuela y, siguiendo a Harris, por eso este territorio es fértil en prototipar ideas chungas que se extienden después como pólvora: el eugenismo y el supremacismo blanco, el anticomunismo, el antisindicalismo, la japonofobia que acabó con japoneses en campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial, el reaganismo… y, más recientemente, el tecnosolucionismo y esa papilla chunguísima que comen los flipados de la IA a la que Timnit Gebru llama TESCREAL.

Según Harris, el estilo «move fast and break things» de los primeros años de la empresa local Facebook es en realidad el espíritu de Palo Alto de siempre: negocios enfocados al crecimiento rápido y el alto retorno a toda costa, basados en las tecnologías y el oportunismo político propio de cada momento.

Las simpáticas élites del valle empezaron criando caballos de carreras con un sistema que les hacía ganarlo todo y que les reventaran las patas al poco tiempo; siguieron desgraciando el proyecto ferroviario público de EE UU para que se lo quedara la privada Southern Pacific Railroad; crearon el think tank que consagró el libre mercado; se inventaron la bomba atómica; luego se especializaron en el desarrollo del armamento que alimentó la Guerra Fría —y vendieron armas a Irán y a los grupos que crearon para combatir la Revolución Sandinista de Nicaragua—; inventaron la videovigilancia y el espionaje a la ciudadanía; consiguieron que la informática pasara de ser un proyecto científico colaborativo al negocio de unas pocas empresas repartiéndose patentes… y, últimamente, lo de cargarse internet y de camino la democracia que ya sabemos todes. Para Harris, todo es parte de la misma dinámica.

En este siglo, hasta ahora, a Silicon Valley le ha venido muy bien parecer afín al Partido Demócrata, que abrazó el tecnosolucionismo y no ha dudado en desregular el mercado todo lo que hiciera falta para que los chicos listos no tuvieran frenos. Las administraciones demócratas también han invertido millonadas de dinero público en la investigación científica que ha dado con los avances tecnológicos a los que los capitalistas «de riesgo» les ponen un lacito y los comercializan. (Pongo riesgo entre comillas porque los llaman así pero de riesgo poco: quien invierte a fondo perdido es el estado, como explica Mariana Mazzucato en El Estado emprendedor).

«Cría cuervos y te sacarán los ojos», sería el resumen del amor que los demócratas le han dado a Silicon Valley. Evgeny Morozov lo desarrolló más en este artículo en The Guardian.

Una historia pequeñita que ojalá podamos ignorar


Ya escribí por aquí sobre las diferencias entre Mastodon y Bluesky (TLDR; lo primero es un proyecto sin ánimo de lucro, lo segundo es de Silicon Valley) y acabo de actualizar el texto con un nuevo dato: Bluesky ha anunciado que ha recibido una nueva ronda de financiación.

Esta vez, han sido 15 millones de dólares procedentes de una entidad llamada Blockchain Capital. Por si el nombre no tirará ya para atrás, si buscas quiénes participan en esa sociedad de capital «de riesgo» encuentras que se trata de expeces gordos de Twitter, Microsoft y Google y empresas que invierten en IA y criptomonedas. Esta inyección se suma a los 13 millones iniciales, que fueron desviados de Twitter por su entonces CEO Jack Dorsey, y otros 8 que les cayeron de otra sociedad de capital «de riesgo». 36 millones en total.

36 millones son muy pocos al lado de los miles de millones que se ha tragado ya ChatGPT, por citar al más mimado de la última generación de los hijos del valle. Está claro que nadie piensa que Bluesky sea un nuevo plan maléfico para dominar el mundo, porque su escala es pequeñita. Pero también cuesta pensar que quienes han puesto esos 36 millones no quieran recibirlos de vuelta, y acompañados de ganancias. Y cuesta imaginarse cómo van a mantener la promesa de ser una red descentralizada, donde cada cual puede montarse su propio servidor y conectarse con toda la red saltándose a la empresa matriz, de manera paralela a idear un modelo de negocio que recaude esa pasta.

La semana pasada, Cory Doctorow, creador del elocuente vocablo «enshitification» para describir el proceso por el que las plataformas digitales acaban maltratando a sus usuaries para extraer más beneficios, explicó esto en su blog: quienes están haciendo Bluesky pueden ser excelentes personas, pueden tener las mejores y más honestas intenciones, y el compromiso real de que Bluesky sea descentralizado… pero una vez que tienes a los capitalistas «de riesgo» detrás, es muy difícil que no llegue un momento en el que tengas que hacer algo desagradable para satisfacerles.

Ojalá quienes somos pesimistas nos equivoquemos. Me encantaría que con Bluesky no tuviéramos razón, que la gente que le está dedicando tiempo a construir allí sus comunidades después de la descomposición de Twitter no tenga nunca que arrepentirse. Pero todo lo que he leído en Palo Alto, y también lo que he aprendido sobre internet en los 25 años que llevo habitándolo, va en la misma dirección: desde hace más de un siglo, lo peor de la humanidad conspira desde Silicon Valley para extraer riqueza e imponer miseria a nivel global. ¿Cuándo vamos a plantarnos y tomarnos en serio el boicot preventivo a cualquier cosa que salga de allí?

Por favor, aunque sea para no arriesgarnos a tener que desayunar nunca ese asqueroso pan marca Amazon.

Agenda para lo que queda de mes


Dejó aquí tres cosas que voy a estar haciendo este mes de noviembre, por si por casualidad coincidimos.

  • En Errentería, el 21 de noviembre, participo en la jornada «Komunikazio libreago baterantz trantsizioan». Programa e inscripciones aquí.
  • En Alicante, el 23 de noviembre, presento Las redes son nuestras, a las 12:00, en Fahrenheit 451 Café y Libros.
  • En Barcelona, el 28 de noviembre, estoy en la jornada «Desconectando desigualdades» organizada por la Fundació Ferrer i Guardia. Programa e inscripciones aquí.

Por qué Mastodon es mejor que Bluesky para apostar por las redes sociales federadas

Una versión luminosa en 3D del logotipo del Fediverso ilumina un entorno oscuro que podría parecer una placa base de un PC, con estructuras metálicas abstractas y lo que podrían parecer circuitos de una placa impresa.Imagen por Eukombos, Wikimedia Commons.
Resumen TLDR; Mastodon está impulsado por una empresa sin ánimo de lucro y existe gracias a donaciones y trabajo voluntario; Bluesky es una empresa de Silicon Valley que ha recibido 36 millones de dólares de inversores procedentes de big tech y criptomonedas. Mastodon es descentralizado desde el principio; Bluesky tiene un diseño que técnicamente permite descentralización, pero en la práctica por ahora todo el mundo depende de los servidores de esa empresa.


Quería hablaros de cosas distintas al fediverso, pero hoy he leído una noticia que me lleva a desatascar una texto que tenía en modo borrador hacer tiempo. La noticia en sí es buena: Rita Maestre, portavoz municipal de Más Madrid, se ha abierto una cuenta en Bluesky. Ha explicado que lo hace porque «hay que abrir nuevos caminos: necesitamos unas redes sociales abiertas, transparentes y libres de odio». Y, sí, me parece buena noticia que gente con tanta proyección pública hable y actúe en ese sentido. Pero podría ser bastante mejor. Voy a explicarlo.

Antes de nada, hay que nombrar las semejanzas: tanto Mastodon como Bluesky son redes sociales de microblogging, donde puedes publicar mensajes cortos (hasta 500 o 300 caracteres, respectivamente), fotos y vídeos; e interactuar básicamente de las mismas maneras (seguir, responder, gustar, redifundir, enviar mensajes privados). Ambas son emergentes, o sea, les falta mucho para llegar a públicos mayoritarios (puedes ver estadísticas aquí y aquí). Ambas dicen moverse en el paradigma de la federación: tecnología para redes sociales descentralizadas, para que quien quiera pueda instalárselas en su servidor y seguir comunicándose con gente que está en otros servidores.

A continuación, un poco de historia para entender las diferencias.

Diferencias entre Mastodon y Bluesky en su origen


Entre 2016 y 2018, el World Wide Web Consortium (aka W3C) abrió un grupo de trabajo para crear un protocolo de redes sociales. El W3C es un organismo internacional sin ánimo de lucro que se dedica a desarrollar y mantener los estándares de la World Wide Web. Es decir, las normas comunes que hacen que internet nos sirva para comunicarnos de manera global y descentralizada, las que permiten que sea un sistema robusto. En este caso, se trataba de generar un protocolo para redes sociales que puedan usar todas las personas, empresas o entidades que lo deseen, para avanzar hacia un ecosistema descentralizado y federado.

Los grupos de trabajo del W3C son abiertos, puede participar quien quiera, y a este acudieron varies desarrolladores independientes, que eran en su mayoría personas LGTBIQA+ que querían colaborar para crear redes sociales más amigables para el colectivo (hay otros grupos de W3C donde participa gente enviada por las big tech, pero por lo que sea a este no enviaron a nadie). El resultado de este trabajo fue un protocolo llamado ActivityPub.

Por aquella época, Eugen Rochko, un programador ruso-alemán al que le preocupaba que una plataforma con tanto poder de influencia como Twitter no fuera pública, ya estaba trabajando en su proyecto: Mastodon. Un tiempo después de que se anunciara ActivityPub, decidió adoptarlo como protocolo. Además de Mastodon, nacieron otras plataformas basadas en ActivityPub, como Pixelfed (para fotos), PeerTube (para vídeos) o Bookwyrm (para reseñar libros). El conjunto de todas ellas es lo que llamamos fediverso.

Después, en 2019, el entonces CEO de Twitter, Jack Dorsey, anunció que quería trabajar en redes sociales federadas. Puso al frente del proyecto a Parag Agrawal, otro alto cargo de Twitter (tan alto que fue quien sucedió a Dorsey como CEO; lo fue hasta que llegó Elon Musk y le despidió, en octubre de 2022). De aquí surgió Bluesky, una nueva red social que se presentó en 2021.

Para construirla, en lugar de basarse en el protocolo que ya había sido publicado por la W3C, decidieron desarrollar su propio protocolo, alegando que ActivityPub no era suficiente para lo que planean. Se llama AT. Después de un periodo de pruebas implementando AT en la nueva red social llamada Bluesky, en la que necesitabas invitación para entrar, se abrió completamente en febrero de 2024. Ahora, cualquiera puede abrirse una cuenta en su servidor principal, el que administra el equipo de colegas de Dorsey.

Diferencias en el nivel de apertura de Mastodon y Bluesky


Para explicar cómo de descentralizado es Bluesky, necesito ponerme un poco técnica (y que la gente súper técnica me perdone si estoy simplificando demasiado). Digamos que Bluesky está dividido en tres partes diferenciadas: el alojamiento de los datos (PDS), la distribución de estos datos (relay) y la selección de esos datos para cada usuarie (AppView). Los datos de cada usuarie están en lo que Bluesky llama Personal Data Servers (PDS), esos datos son leídos e indexados por los relay servers y la AppView es la parte que construye el muro o timeline de cada usuarie cada vez que entra a Bluesky, según sus preferencias. Aquí es probablemente donde el enfoque es mucho más ambicioso que en ActivityPub, porque los PDS están encriptados (de manera que no lo va a poder leer quien administre ese servidor), el relay permite encontrar datos con más rapidez y la AppView es muy configurable.
El enfoque de Bluesky es que cada usuarie pueda crearse su feed personalizado. Así lo representa en su documentación técnica.
Pues bien, en Bluesky hay gente que se ha montado su host en su propio servidor (PDS), pero por ahora el único relay que indexa los datos es el que administra Bluesky. Aunque técnicamente es posible crear tu propio relay, nadie lo ha hecho. Quizá porque no hay incentivos para hacerlo, quizá porque requiere una gran capacidad de computación (que será más cuantos más PDSs y datos para indexar haya) o quizá porque falta por liberar una pieza imprescindible, que se llama DID:PLC y es algo así como el identificador de cada componente. O sea, aunque te montaras tu propio relay, tendrías que pedirle al servidor principal de Bluesky que te deje mirar en su directorio, que es el único que tiene toda la información. Este punto es considerado el más débil, porque podría convertirse en un cuello de botella que dificulte llegar a una arquitectura realmente descentralizada.

La parte de la AppView tampoco está liberada y no se sabe cuáles son sus características técnicas porque Bluesky no las ha publicado. Además, por ahora, los mensajes directos solo se pueden enviar a través de la app oficial, porque la tecnología necesaria todavía no ha sido incorporada al protocolo AT. Resumiendo, por ahora, la descentralización total es solo promesas.

Lo más importante de estas redes sociales es lo que garantiza que no nos están colando nada nocivo: que publican su código fuente (y por tanto hay otres desarrolladores que pueden examinarlo y modificarlo). Tanto ActivityPub, como Mastodon y el resto de plataformas del fediverso que he visto, se publican con licencias que respetan las cuatro libertades del sofware libre: puedes usarlo, puedes estudiarlo y modificarlo según tus preferencias, puedes redistribuir copias de la versión original, y puedes redistribuir copias de tus versiones. En cambio, cuando Bluesky publica su código, lo hace con la licencia MIT, que también es abierta pero con un matiz.

Hay un debate interminable sobre si esta licencia puede llamarse libre o no, pero lo que me interesa es destacar cuál es la diferencia con las licencias ortodoxamente libres: la licencia del MIT permite que quien modifica algo puede distribuirlo bajo otra licencia. Es decir, alguien podría copiar el código, crear una versión nueva y convertirlo en software propietario, encerrado bajo copyright. Es una manera de asegurar que pueda haber modelos de negocio privativos en el futuro.

Google, por cierto, suele usar esa licencia para liberar algunos de sus desarrollos y ha demostrado que no es incompatible con controlar el mercado y seguir creciendo. En esta línea, cabe recordar la estrategia «Embrace, extend, and extinguish» utilizada por Microsoft —y descrita en documentos internos descubiertos en el marco de una investigación de las autoridades antimonopolio estadounidenses—, que consiste en adoptar un estándar ampliamente usado e introducir cambios con software privativo hasta hacerlo incompatible con soluciones desarrolladas por empresas más pequeñas y dejarlas fuera del mercado.

Diferencias en el modelo empresarial de Mastodon y Bluesky


Quienes desarrollan Bluesky dicen estar haciéndolo por el futuro de internet y que su modelo es el siguiente: construir algo muy robusto de manera centralizada y luego liberarlo. La aproximación de Rochko con Mastodon es diametralmente opuesta: se lanzó a escribir código y, desde el primer momento, lo publicó para que pudiera ser examinado y mejorado por gente tan voluntarista como él.

Con el tiempo, Rochko consiguió dedicarse a tiempo completo a Mastodon gracias a las donaciones de la gente que lo usa. Desde 2021, Mastodon tiene forma legal con una empresa sin ánimo de lucro (Mastodon gGmbH, con sede en Alemania). Las últimas cuentas publicadas en su web son las de 2022, cuando sus ingresos subieron vertiginosamente coincidiendo con el terrorífico desembarco de Elon Musk en Twitter. Llegaron a 326.000 euros, la mayoría a través de donaciones en Patreon, y pudieron ampliar el equipo. Actualmente hay 9240 personas apuntadas para donar mensualmente. Este año han abierto sede en Nueva York para que la gente que dona desde EE UU pueda desgravarse sus impuestos.

El equivalente al host de Bluesky en el fediverso se llama instancia. Actualmente, el fediverso está compuesto por más de 29.000 instancias de diverso tamaño y pelaje. La mayor es la de Rochko, Mastodon.social, pero la variedad es inmensa. La mayoría sobreviven gracias a administradores y moderadores que trabajan de manera voluntaria, o a cambio de algo de dinero donado por sus usuaries. También las hay finaciadas por administraciones públicas, gobiernos, universidades, centros de investigación, fundaciones, ONG o empresas.

Por su parte, Bluesky está sustentada por una empresa con ánimo de lucro (Bluesky PBLLC), con sede en Delaware, curiosamente un paraíso fiscal. Las cuentas de Bluesky no son públicas, pero sabemos que comenzó con 13 millones de dólares desviados de Twitter por Jack Dorsey. Hace un mes anunciaron que contaban con otros 8 millones de dólares, aportados por una sociedad de inversiones de Silicon Valley.

[Actualización a 24 de octubre de 2024: Bluesky ha conseguido 15 millones de dólares más de capital de riesgo, provenientes de una entidad llamada Blockchain Capital, con participación de expeces gordos de Twitter, Microsoft y Google e inversores en IA y criptomonedas. A la vez, han anunciado que están desarrollando un modo de pago, con acceso a más features, prometiendo que siempre habrá cuentas gratuitas y que no darán más visibilidad a las de pago.]

Hay otros indicios que dejan claro que Bluesky no tiene interés en alejarse del entorno de las big tech. Desde abril, se pueden publicar GIFs… pero solo si están alojados en Tenor, que es un repositorio de GIFs que pertenece a Google. O sea, que si acabas por montarte tu servidor de Bluesky para recuperar el control de tus datos, solo podrás publicar un GIF si se lo pides a Google, que lógicamente va a saber que se lo estás pidiendo. Por otro lado, se puede comprobar que el host que administra Bluesky está compartiendo datos con Twilio Segment, que es un servicio para analizar el comportamiento de les usuaries en tiempo real y que usan grandes plataformas para gestionar la publicidad personalizada.

¿Significa eso que Bluesky va a acabar implementando publicidad? Ni confirman ni desmienten. La CEO, Jay Graber, ha prometido que, si lo hacen, no se van a pasar y nunca «enshitificarán» su red social.

Hay que admitir que Bluesky siempre ha tenido honestidad: desde el principio, reconocen estar buscando la forma adecuada para monetizar sus servicios. Obvio, nadie da esa cantidad de millones sin esperar un retorno. Entre la posibles formas que dicen barajar, se incluye el cobro por funcionalidades adicionales. De hecho, el mes pasado también anunciaron su primer servicio de pago: nombres de dominio personalizados. Es decir, si pagas entre 10 y 50 dólares al año, puedes tener un nombre de usuarie tipo tunombre @loquequieras.com.

Una cosa es cierta: si queremos que las redes sociales federadas sean realmente una alternativa, necesitamos que sean masivas. No vale con proyectos indies. Estoy de acuerdo en que instancias autogestionadas por colectivos de hackers se nos quedan pequeñas. También están de acuerdo la Comisión Europea, los gobiernos de Alemania y Países Bajos y Meta, y por eso todas estas entidades están experimentando con ActivityPub (di más detalles de esto en la anterior entrega de esta newsletter).

Sea por interés en la soberanía tecnológica, por servicio público, para fomentar la competencia a las big tech, o por explorar nuevos modelos de negocio, muchos actores tienen mucho que ganar si hacen crecer las redes sociales descentralizadas. Incluso habrá gente en Silicon Valley que esté trabajando en ello honestamente, no lo niego. Pero creo que tenemos suficiente historial y contexto para entender que tiene más sentido apostar por la vía de ActivityPub y el fediverso, por su condición descentralizada desde el principio. Ya perdimos demasiado cuando confiamos en los señores de Silicon Valley, no nos arriesguemos otra vez a acabar atrapades en lugares tóxicos.

¿Y si no quiero elegir entre Mastodon y Bluesky?


Y si todo esto va a ser abierto, ¿por qué no desarrollar una forma de que AT y ActivityPub se comuniquen? Bueno, es evidente que Bluesky no está por la labor y la integración total parece muy lejos, pero aún así ha habido algunos intentos en la comunidad del software libre. Uno de ellos es BridgyFed, un puente para estar presentes en Mastodon y Bluesky a la vez. En esencia, lo que hace es duplicar tus posts automáticamente de una red a otra, aquí lo explican mejor. Otra posibilidad es usar OpenVibe, una aplicación móvil que te permite consultar tus cuentas en ambas redes (o sea, lo verás todo entremezclado).

Si duplicar o mezclar te parece un lío, siempre puedes estar en los dos sitios, sin más. No cuesta tanto: son mensajes cortos, se cortapegan, y quizá se editan un poco para adaptarlos a los estilos de cada casa, como hemos hecho de toda la vida manteniendo cuentas en varias redes. Desde luego, si eres un personaje público que trabaja con un equipo para gestionar tu presencia digital, es muy fácil pedirles que también copien a Mastodon tus mensajes cortos.

Así que: bienvenida, Rita Maestre, al lado esperanzador y liberador de las redes sociales. Ojalá verte también en el rincón, en mi humilde opinión, idóneo.

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Lo de mi libro


Recordatorio amistoso de que presento Las redes son nuestras en Madrid. El 18 de septiembre, a las 19:00, con Margarita Padilla en Traficantes de Sueños.
Imagen para anunciar la presentación del libro 'Las redes son nuestras', el 18 de septiembre a las 19:00 en la librería Traficantes de Sueños de Madrid. Aparece la portada del libro.