Ciberpunk era asumir que el futuro –y por desgracia, ya el presente– nos condenaba a vivir bajo la bota de las corporaciones, las IAs, los magnates billonarios que nunca tienen bastante y los gobiernos dictatoriales que los amparan. Con la cabeza cada vez más agachada y el rostro cada vez más aplastado contra el asfalto ardiente.
Y siempre pensé que era inevitable.
Solarpunk es imaginar que los sistemas se pueden hackear y reprogramar a algo mejor, las máquinas reparar y las sociedades reconstruir, más pequeñas, más eficientes y respetuosas, más humanas. Que el dinero se puede quemar a montones para dar calor de noche, que es lo único para lo que sirve realmente. Que la tierra sanará, habrá verano e invierno, lloverá agua que no esté envenenada, habrá plantas y cultivaremos otra vez.
Y que mientras no ocurra puedo planearlo, soñarlo y escribirlo, construyendo ese refugio en mi cabeza.
ST20
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